Por: Meztizo.
Mentiras de Nuestra Historia
"Los Niños Heroes"
La historia de un país es eslabón fundamental para la consolidación de una nación fuerte y con una moral elevada, estos factores apuntalan, reafirman y siembran la semilla que forjara a las futuras generaciones de mexicanos y mexicanas que procuraran una mejora desde las entrañas de su ser y que realizaran cambios verdaderos. Un suceso histórico crea unidad y sentido de pertenecía entre las personas que se cobijan bajo una misma patria.
Pero ¿Qué pasa cuando la historia de un país se falsifica?.........
Al ser falsificada la historia nacional en aras de elevar la moral e intentar unidad en un país dividido, al principio esa falsedad es aceptada y acogida por los connacionales, pero al paso del tiempo esta ficticia simulación de historia tiende a ser ajena a los ciudadanos y la verdad termina por salir a la luz.
Tal es el caso de la de los famosos Niños Héroes que defendieron el Castillo de Chapultepec; en un vano intento de unificar a la nación mexicana y apaciguar sus ánimos, el Presidente Miguel Alemán, creo toda una odisea respecto a este suceso histórico.
Es a finales de la década de los 40s donde se da inicio a la falsa historia de los niños héroes: Con la visita del Presidente Norteamericano Harry S. Truman a México en 1947 -cien años después de finalizada la guerra contra Estados Unidos (1847) guerra en la cual es usurpada la mitad del territorio mexicano-, este se entrevista con el Presidente Mexicano Miguel Alemán; Truman al depositar una ofrenda en el obelisco del cerro de Chapultepec declara que “Un siglo de rencores se borra con un minuto de silencio” estas palabras irritaron no solo a los cadetes del colegio militar que en la madrugada después de la visita del presidente estadounidense, toman la ofrenda y la arrojaron en la embajada de Estados Unidos, sino que toda la nación mexicana estaba enfurecida con el país vecino.
Miguel Alemán en un intento por aplacar los ánimos de los mexicanos, al día siguiente de que Truman declara aquellas palabras llenas de altanería, en los periódicos mexicanos aparece en ocho columnas el hallazgo de los restos óseos de los niños héroes, es ahí cuando se da origen a uno de los grande mitos de nuestra Historia Nacional.
Según el Historiador Alejandro Rosas, son falsas las siguientes afirmaciones acerca de los Niños Héroes:
Los Niños Héroes NO eran “niños”, ya que el más joven tenía 13 años y el mayor 20.
Juan Escutia NO era alumno del Colegio. Sostengo –dice Alejandro Rosas- que se trataba de un soldado del Batallón de San Blas que, sobreviviente de la matanza de que fue víctima esa unidad en las faldas del Cerro del Chapulín, se refugió en el castillo y trató de escapar con los muchachos, falleciendo al ser alcanzado por la metralla invasora mientras descendía por la pared de la fortaleza. Por esa razón, al pie del cerro se encontraron los cadáveres de Márquez, Montes de Oca y Escutia.
Juan Escutia NO se envolvió con la bandera y se arrojo al barranco, ya que en el Colegio Militar no había bandera y la que estaba en el Castillo de Chapultepec fue arriada por los estadounidenses, quienes la llevaron a su país como trofeo de guerra; esta bandera es devuelta por los norteamericanos en la época de López Portillo; México la recupera 100 años después.
Los restos de los Niños Héroes que se veneran por decreto oficial en el monumento de Chapultepec, SON FALSOS: Ésta es quizás una de las mayores y más groseras falsificaciones de nuestra historia –afirmo Rosas-. Los dictámenes en los que se fundamenta el decreto que reconoce su autenticidad fueron deliberadamente manipulados o, más bien, fueron manipulados los restos óseos para que aparecieran conforme a las leyendas: se dijo que se encontraron seis osamentas, una perteneciente a un adulto mayor de 18 años y las otras cinco, a menores de 14; de inmediato, los “historiadores” que avalaron con su firma el dictamen identificaron los huesos adultos con los de Juan de la Barrera y los otros, con los de los cinco cadetes, pensando que en efecto serían niños.
Pero cometieron un pecado gravísimo para un historiador que se precie de serlo, pues no revisaron la fe de bautismo de cada uno. Alguien sembró los restos a propósito, cuidando de que coincidieran con la creencia de la infantilidad de los cadetes sin tomar en cuenta su edad; y alguien más se atrevió a falsear la verdad histórica para satisfacer las ansias de contar con un mito heroico.
Los llamados Niños Héroes que en realidad eran cadetes del Colegio Militar, SI fueron Héroes en el sentido pleno de la palabra al dar una muestra de valentía, de honor y de decoro que, en efecto, debe ser ejemplo para la juventud: prefirieron sacrificar la comodidad, la seguridad, la tranquilidad, la esperanza de una vida anodina, con tal de cumplir con su deber y quedarse a enfrentar al invasor para defender su colegio. Si en la refriega algunos murieron, ése fue el precio que pagaron por mantenerse dignos y demostrarle al resto del ejército cómo se cumple el deber.
Fueron héroes no por haber muerto, sino porque ellos, junto con medio centenar más de cadetes, resolvieron combatir aun a costa de su vida. Por eso, a los sobrevivientes también debemos concederles los laureles de la heroicidad y no sólo a aquellos que les tocó en suerte morir.
Fue entre los años 1992-1993, que la verdad comenzó a vislumbrarse y Ernesto Zedillo, siendo Secretario de Educación Pública, elimino la historia de los Niños Héroes de los libros de texto, por ser un relato ficticio y no histórico, por esa razón aquel mito ya no es parte fundamental de la Historia de México, la decisión de Zedillo fue para muchos un ofensa imperdonable, e incluso se dijo que era un acto que atentaba contra la historia, pero aquel que en ese tiempo fue tachado prácticamente de traidor, se reivindicaría 17 años después cuando el Historiador Alejandro rosas, revelara los motivo que dieron origen al mito.

Alejandro rosas en un artículo publicado en el año 2005, nos dice que, "Hoy sabemos, que los seis cadetes que cayeron combatiendo no eran los únicos que tomaron las armas para defender a la patria. Había otros (50 cadetes, mas 800 soldados), particularmente uno, que resultó herido y logró sobrevivir. Ese otro “niño héroe” tuvo la fortuna de salir con vida de la batalla, no obstante que se mantuvo firme en su posición defensiva".
Un poco más crecidito, nuestro “niño héroe” se convirtió en la mejor espada del partido conservador y en acérrimo enemigo de los liberales y de don Benito Juárez. De haberlo tenido en sus manos lo hubiera hecho fusilar, como don Benito hizo tiempo después. Nuestro “niño héroe” -desconocido para casi todos-, de haber militado en las filas liberales, también por decreto pudo haber sido llamado: “el niño héroe presidente” ya que ocupó la primera magistratura del país a los 27 años de edad, pero se equivocó de bando y por consiguiente fue condenado al infierno cívico. Su nombre: Miguel Miramón”.
Pero ya en 1964 el escritor revisionista Salvador Borrego nos dice que “Uno de los cadetes heridos, Miguel Miramón, de 15 años, iba a ser rematado por un soldado negro, pero un oficial americano detuvo a este y recogió al herido para llevarlo a un puesto de socorro. Dícese que un soldado irlandés exclamo al ver a otro cadete muerto: ¿Qué hacían los hombres mientras estos niños resistían en el último reducto?....... Los hombres se retiraban mandados por Santa Ana y por Juan Álvarez cuya caballería se encontraba intacta (la caballería se integraba con cerca de 4,000 jinetes). Y al día siguiente caía la capital”.
América Peligra, Pag. 179, 180.

“El sacrificio de sus vidas no fue inútil, pese a la batalla perdida, porque dejaron una gran herencia de valor y responsabilidad; dejaron el más alto ejemplo que puede legar una juventud y dieron a la nacionalidad mexicana en formación un punto de apoyo, un testimonio de la grandeza de su esencia”. Salvador Borrego, América Peligra, Pag. 178.
El tiempo no miente jamás y por mas que se intente ocultar o fabricar la verdad, tarde o temprano esta saldrá a la luz, y solo el tiempo será quien quite la venda de los ojos a todos los mexicanos; esta venda que no hemos elegido colocarnos, pero que se nos ha obligado a portar, en aras de un falso sentido de nacionalidad.